lunes, 26 de enero de 2009

a ritmo de la cumbia




Al ritmo de la cumbia
Lima ha olvidado el valsecito. Para los limeños de hoy, la cumbia es la música que más se escucha y nos identifica. ¿Acaso Lorenzo Palacios, “Chacalón”, es más famoso que Felipe Pinglo? El sociólogo y docente de la Universidad Católica Santiago Alfaro explica por qué la cumbia es la música de fondo de la Lima del siglo 21.

Por Jorge Loayza
Raúl Mendoza

–¿Qué ha sucedido en Lima para que, según un reciente sondeo de la Universidad Católica, el 46% de encuestados considere que la cumbia es la música representativa del limeño?

–La cumbia junto al folclor son los dos grandes mercados internos de la música peruana. Han tenido que pasar 40 años para el auge actual, que es la consolidación del proceso migratorio. Las personas que hicieron edificios en arenales están alcanzando un mejor nivel de vida, es un proceso de movilidad social y eso se ha articulado con la expansión del mercado interno. Las grandes empresas ven a los antiguos parias como los nuevos consumidores. Eso explica la ampliación de canales de distribución y la presencia de la cumbia en los sectores medios y altos tradicionales. Pero el auge de la cumbia no es nuevo, este es el cuarto ciclo.

–¿Cuál es el ciclo más importante de los anteriores?

– Musicalmente el primero (fines de los 60 y todos los 70), porque es un periodo de mucha inspiración en el que los grupos tocaban canciones instrumentales. Era la invención del género. Su juntaron los ritmos tropicales de la cumbia y de la tradición cubana con la guitarra del rock y los distintos géneros locales: la pandilla de la selva, el huaino en la sierra, la música criolla en la costa, generando una tradición musical que ha logrado mantenerse. Comercialmente hablando, el segundo ciclo es importante (los 80). Expandió la vertiente andina con la ‘shapimanía’. Es el momento en que crea un mercado masivo de fanáticos y se hacen visibles. Por eso la memoria de la clase media y alta respecto a la cumbia empieza en los ochenta. Siempre ponen a Los Shapis antes que a Los Destellos.

–¿Hay alguna particularidad de la cumbia actual, en relación con otras épocas, que la hizo llegar a todos los sectores sociales?
–El dominio de un estilo. Los otros ciclos tuvieron más pluralidad, ahora las orquestas dominantes vienen del norte, hay un estilo muy fuerte. Segundo, ese estilo es orquestado, es un estilo que se desarrolló mucho en el Perú con las orquestas de los años 50 como las de Enrique Lynch o Lucho Macedo. Esa tradición ahora está revitalizada, con un sonido más internacional, más similar al de la salsa por su base instrumental.

–Sobre todo porque ahora estas orquestas de cumbia norteña les dan importancia a los vientos.

–Y creo que esa es la explicación por la que le debe gustar a la clase alta, ‘Eisha’ baila eso (la cumbia norteña) porque es el sonido que encuentran más parecido a la música poslatina que ellos consumen, la famosa pachanga.

Cumbiamanía

–Muchos grupos del norte tienen hasta tres décadas de existencia como Aguamarina, Armonía 10 y el Grupo 5. ¿Por qué antes no tuvieron el éxito de ahora?

–La cumbia es un género plurirregional, multiestilístico. La cumbia no es solo migrante y no es solamente de los Andes, la prueba es que los grupos de este auge son antiguos. Y es porque había mercados regionales que tenían cierta distancia con el resto del Perú a nivel tecnológico, ahora tienen estudio de grabaciones propio; segundo, el gusto de los peruanos en otras épocas era más andino, en el tercer auge de la cumbia –que fue a fines de los noventa– Aguamarina tuvo una presencia importante junto con Armonía 10, entonces no es novedad ahora que los norteños triunfen, diría que es una consolidación.

– ¿La tragedia del Grupo Néctar ayudó a un renacimiento de la cumbia?

–El accidente de Néctar impulsó el auge comercial, pero desde antes los grupos de cumbia venían con éxito porque había una caída de su gran competidor que es el folclor. Segundo, los grupos de cumbia tenían un repertorio bueno, no se puede crear fanatismo sin buenas composiciones. El Grupo 5 logró juntar temas románticos, en este caso de un compositor peruano como Estanis Mogollón, y de grupos de afuera como los mexicanos Ángeles de Charly; ya La Culebrítica sonaba en Lima y en el norte antes del accidente de Néctar. Lo que hizo Néctar fue ponerlo en la agenda pública y eso abrió más los canales de distribución y la penetración en nuevos mercados de la clase alta, mediante las discotecas.

–¿El gran número actual de agrupaciones y composiciones permitirá que este fenómeno sea duradero?

–La cumbia es de Colombia pero nosotros la supimos adaptar y darle un sonido propio. Ahora es necesario que haya un repertorio amplio para que los ciclos se mantengan porque si uno revisa la historia de la música es normal que haya periodos de auge y de caída. Creo que si alguna potencialidad tiene este auge es que han salido una serie de agrupaciones distintas pero dentro del sector de la cumbia del norte, porque en otros periodos ha habido muchas bandas pero de distintas regiones como fue la llamada tecnocumbia que no fue un género nuevo sino un periodo comercial. Nos referimos a Aguamarina en el norte, Ada Chura que vino del sur, Rosy War de Pucallpa, Euforia con influencia brasilera. Una diversidad que fue reunida bajo una misma categoría porque todos accedieron al éxito en un mismo momento.

–¿Por qué ese ciclo se agotó tan rápido?

–Me parece que hubo una mala estrategia comercial, se lanzaron muchas buenas canciones a la misma vez y se quedaron sin repertorio. Y quizá influyó también que las divas de la tecnocumbia hayan coqueteado con el fujimorismo.

–¿Cuánto dura cada ciclo de la cumbia?

– Entre 5 y 10 años, esos periodos son de auge monetario y vienen acompañados de cambios estilísticos, el público también se transforma. Me preguntabas por qué el Grupo 5 a pesar de tener más de 30 años recién tiene éxito, porque quizá recién en estos días a la mayor cantidad de peruanos les puede llegar a gustar un género de este tipo. Antes, en los ochenta, las letras estaban vinculadas a la clase social, había referencias colectivas muy marcadas y eso porque la gente construía sus identidades en relación a su pertenencia de clases sociales.

–¿Los grupos de esa época también tomaban como referencia el proceso de migración?

–Claro. Pero ahora no, en los noventa hemos vivido un periodo de auge del modelo neoliberal, una economía de mercado que fomenta el individualismo. Y qué es más personal que el amor. El romanticismo ha tomado por asalto el repertorio de las canciones y no solo en el Perú. En el mundo el amor es un monotema, cosa que no pasaba en otras décadas.

–¿Cómo se ha construido la industria de la cumbia que ahora destaca por su mejor manejo comercial y mayor dedicación al trabajo de imagen de los grupos?

–Esta es una industria que ha surgido sin necesidad de apoyo público ni de las grandes empresas nacionales o trasnacionales, se ha inventado a sí misma. Los agentes del sector no son personas que han estudiado en el conservatorio o que han llevado un master de negocios, ha sido la experiencia la que les ha dado su “diploma” universitario. Hubo un periodo de informalidad porque estuvieron aprendiendo el negocio, ahora estamos en un periodo en que ha habido aprendizaje por un lado y por otro hay más contacto con sectores que demandan otro tipo de estándares. Por eso espero que los managers y grupos sepan aprovechar este momento para que estabilicen y formalicen su manera de hacer negocio.

¡Qué rica chicha!

–¿Por qué un grupo como Bareto llega a tener la actual popularidad apelando a la cumbia?

–La música es experiencia y la cumbia entró en la experiencia de la clase alta y media tradicional por los medios de comunicación: el accidente de Néctar, la muerte de la Muñequita Sally. Hay referentes culturales populares más presentes en la radio, la televisión, la prensa escrita, los medios que consume la clase alta y media. Lo popular se vuelve parte de su experiencia. Eso genera curiosidad y eso pasó con Bareto y otros grupos, había un clima propicio para la cumbia, hicieron una especie de arqueología musical y se identificaron con los géneros más ajustados a su gusto de clase media. Y ese gusto es la primera década de la cumbia, que tenía un sonido de rock más presente que el actual, por eso sus vínculos con Los Destellos, Los Mirlos, Juaneco, grupos de cumbia sicodélica.

–¿Ahora la gente gusta de la cumbia porque nos sentimos más orgullosos de ser peruanos y aceptamos mejor nuestras raíces como sucede con la gastronomía?

– El Perú está urgido de presentarse al mundo desde su particularidad de crear productos excepcionales y hay una especie de auge del nacionalismo. Esa inquietud ha empezado a brotar por la gastronomía pero también por la música en general. Quienes hacen música electrónica también fusionan con ritmos locales. Eso ha generado un clima propicio para que un producto cultural con contenido local sea más aceptado. Pero, ojo, no son todos, porque el auge de la cumbia en la clase alta y media está asociado a los grupos que interpretan una música más parecida a sus propios gustos. El sonido internacional de las orquestas norteñas es muy parecido a Olga Tañón y grupos que animan los matrimonios en Las Casuarinas. Es el latin pop, hay un sonido tropical parecido, o el sonido rockero sicodélico de los setenta. Sin embargo, se evidencia el racismo y la poca heterogeneidad auditiva cuando ves que no se consumen igual los sonidos más andinos.

–¿Todavía está presente en esos sectores de clase media y alta decir que les gusta la cumbia pero no la chicha? ¿Cuál es la diferencia en el significado de ambas palabras?

–La cumbia, al ser un género pluriestílistico o multirregional ha tenido una serie de transformaciones radicales. En el primer periodo de auge se le llamó cumbia peruana para diferenciarla de la colombiana, pero en los ochenta se trató de crear un término más nacional y se habló de ‘música tropical andina’ y después de ‘chicha’. En los noventa lo único que vinculaba a todos los grupos era el sintetizador y comenzó a hablarse de tecnocumbia, y ahora ha vuelto a llamarse cumbia. ‘Chicha’ se asoció a lo informal y violento y sirvió como una palabra para denominar de manera peyorativa y genérica a lo migrante de los sectores populares.

– Sin embargo, Julio Simeón, “Chapulín”, de Los Shapis, defiende el término “chicha” porque considera que es una creación musical peruana.

–Julio Simeón, como todo buen huanca, orgulloso de sus orígenes y con una capacidad para crear narrativas propias orgullosas de sus tradiciones, prefiere hablar de chicha porque la palabra es más nacional y como, según dicen, hay chicha en la costa, sierra, costa, norte, masato en la selva, es un nombre que se ajusta a una realidad nacional.

–¿Por qué grupos de la vertiente andina, como Los Shapis, Maravilla o Vico y Karicia han reducido su mercado de seguidores si en Lima hay muchos migrantes?

–Cuando se habla de la población de origen provinciano en Lima se está hablando del 87% de limeños, es un grupo muy diverso para poder encasillarlo en una sola categoría, ahora hay otros estilos dominantes. También me da la impresión de que lo ‘chicha’ ha sido retomado por los jóvenes como un sinónimo de virilidad, muchos consumidores de la llamada chicha, de la vertiente más andina y dura, como Pascualillo, Génesis o Guinda, son jóvenes pandilleros, los únicos casos en los que he escuchado saludos a un penal es de esos grupos porque ellos han ido a tocar a los penales. Además, esa chicha genera muchas emociones primarias, cuando están con una decepción, a punto de cortarse las venas, escuchan eso. Es chicha para llorar, música muy catártica.
–¿Y dónde ubica a Tongo en la historia de la cumbia?

–Como un comediante. Él viene de la chicha, tocaba con Lorenzo Palacios, y tiene un tono que puede ser visto como llorón, consumido por sectores periféricos de la ciudad. Los medios de comunicación se apropian de Tongo como comediante por su capacidad de hacer reír y para burlarse de sí mismo. Es el exótico que genera risa. Su éxito, antes que en los escenarios, es en los sets de televisión.

–¿Qué tendrá que pasar para que la cumbia pueda mantener este momento de auge?

–No deben dejar de innovar, tiene que haber más canciones, sino van a ser reemplazados por otro género nacional o extranjero.
–¿Va a permanecer como la música representativa de los limeños?

–Creo que esto ya tenía tiempo. Lo que pasa es que antes a los consumidores se les hacía difícil decir que escuchaban cumbia. ¿Cómo Los Shapis no iban a ser lo más representativo de los limeños en los 80? En ese momento la industria musical estaba dominada por la salsa y ellos los vencieron en el estadio de Alianza Lima. Entonces, que Lima gusta de la cumbia hace tiempo, no es novedad.

Hitos de la cumbia

• El primer músico que adaptó la cumbia colombiana y le dio un toque peruano fue Carlos Baquerizo, director de los Demonios del Mantaro, que en 1965 grabó el tema “La chichera” con ritmos de cumbia. “Era un estilo ‘ahuainado’, con saxo y tarolas, pero ya estaba el germen ahí. Incluso la canción fue incluida en los 14 cañonazos bailables que Discos Fuentes sacó en Colombia en 1966”, explica Santiago Alfaro.

• Si bien Baquerizo puede ser considerado el pionero de ese ritmo en nuestro país, el verdadero padre de la cumbia peruana es Enrique Delgado, fundador de Los Destellos. La historia de la cumbia made in Perú se inicia oficialmente con el disco “Los Destellos” en octubre de 1968. “Enrique Delgado era un músico de conservatorio y un virtuoso de la guitarra. Tocó en grupos de música vernácula y criolla. Creció en una época en que estaba de moda el hippismo y tuvo un grupo de nueva ola. Le gustaban Los Beatles. Y por su formación musical escuchó a los clásicos, entre ellos Bethoveen. Tiene una canción ‘Para Elisa’ que es la quinta sinfonía en ritmo tropical”. Esta primera etapa de la cumbia se caracterizó por una cercanía entre la cumbia y el rock, y la presencia sicódelica de la guitarra eléctrica. Otros grupos emblemáticos de esta etapa fueron los Mirlos, Los Diablos Rojos y Juaneco y su Combo.

• Un músico de esta época que Alfaro –y varios expertos más– rescatarían del olvido es Berardo Hernández “Manzanita”, que surgió en 1969. “Un guitarrista excepcional que ha sido olvidado. Paradójicamente fue enterrado el mismo día que Johnny Orosco, líder de Néctar, en el mismo cementerio, pero las cámaras no estaban con él”.

• En la década de los 80, Los Shapis, de Jaime Moreyra y Julio Simeón “Chapulín”, lo mismo que Lorenzo Palacios “Chacalón” con “La Nueva Crema” fueron el rostro del género, que se andinizó, se convirtió en la música de la Lima migrante y varió su nombre a “chicha”, un término más peruano pero de connotaciones pleitistas. Si bien “Chacalón”, una bisagra entre la cumbia de los 70 y 80, fue la voz de la Lima urbano marginal, “Chapulín” representó al provinciano ganador en la capital. En esta etapa nació la estética chicha, aquella de los colores fosforescentes, los afiches regados por la ciudad y el baile ‘achorado’ de los índices apuntando al cielo.

• La tercera ola llegó a mediados de los 90 con la irrupción de Rossy War y su relectura del tex mex, incluso en el vestuario. “Fue la otra locomotora que jaló a los demás”, precisa Alfaro. Casi al mismo tiempo llegó la primera avanzada de la cumbia del norte: Aguamarina, desde Sechura, y Armonía 10, también de Piura. Para esta época los teclados y sintetizadores ganaron presencia. En esa etapa también apareció el grupo Néctar, que venía de triunfar en Bolivia y alcanzó el éxito local con ‘El Arbolito’. El accidente en que murieron todos los integrantes del grupo, el 2007, significó en parte el punto de partida para la siguiente ola de la cumbia.

• Ahora es el momento de la cumbia norteña con grupos como Grupo 5, Caribeños de Guadalupe, Hermanos Yaipén, entre otros y algunos de similar registro musical pero oriundos del oriente peruano, como Kaliente, de Iquitos, o Papillón de Tarapoto. Una variante de la cumbia selvática ha sido rescatada en los últimos tiempos por Bareto, combo limeño, dándoles nueva presencia a grupos como Juaneco y su Combo o Los Mirlos. Estos dos últimos viven hoy una segunda juventud

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